BASIDA posee en la actualidad tres Casas de Acogida en las que un grupo de personas, de forma totalmente altruista y voluntaria, intentan ofrecer un hogar y una familia a todos aquellos que llaman a sus puertas buscando un sitio digno donde vivir y donde morir, una palabra de aliento y una mano amiga con quien compartir el sendero de la vida.
Pero hasta llegar hasta aquí, tuvimos que recorrer un largo camino y muchas cosas dejamos atrás.
Así fue, ha sido y es la historia de un signo de amor:
En los años 80, un grupo de jóvenes de parroquia soñaban un sueño común, acordaban dedicar sus días, con sus horas y minutos, a los más desfavorecidos y hacerlo desde el altruismo y la gratuidad. Tiempo libre que tenían, tiempo que dedicaban a dar forma a esa opción de vida. Llega la hora de pasar a la universidad, de planificar el futuro y casi todos eligen carreras que les ayuden a llevar su proyecto adelante: Trabajo Social, Enfermería, Magisterio, etc.
Es a finales de los 80, cuando unos ya habían terminado sus estudios y otros estaban en sus últimos años de carrera, cuando se empezó a oír hablar de SIDA y de grupos de riesgo. Por primera vez tuvimos contacto con esa enfermedad: una de nosotros, Trabajadora Social en un colegio de Protección de Menores, veía como los padres de sus niños morían por esta enfermedad; otra, enfermera que trabajaba en un Hospital de Madrid, veía como sus mismos compañeros de profesión no querían atender a estos pacientes.
Vimos claro, entonces, quién nos necesitaba y qué necesitaba de nosotros. No sólo nuestra profesión, sino nuestra dedicación, nuestra comprensión y apuesta por ellos; una palabra amiga, un gesto de apoyo y una puerta abierta para recuperar su autoestima y su derecho a ser personas.
Así comienza BASIDA, y como en todo, los principios son difíciles. Es entonces, diciembre de 1.990, cuando ese grupo hacen su opción de vida apostando por los más desfavorecidos de esta sociedad, por los sin voz, dejan atrás sus casas, sus familias y sus trabajos y se embarcan en la mayor aventura de sus vidas: el compartir su nuevo hogar, su casa y su vida con aquellos que la sociedad marginaba.
Hoy, Basida gestiona tres Casas de Acogida:
- Basida Aranjuez (Madrid)
- Basida Manzanares (Ciudad Real)
- Basida Navahondilla (Ávila)
Se desarrollan 5 programas:
- Casa de Acogida para la atención de enfermos crónicos.
- Casa de Acogida para personas en situación de exclusión social.
- Centro de desintoxicación, rehabilitación y reinserción social de adicciones.
- Programa de Información, Prevención y Asesoramiento en sida y adicciones.
- Programa de Formación de Voluntariado.
Después de 34 años, después que el Sida dejara de ser una enfermedad mortal para pasar a ser una enfermedad con la que compartir días y años de vida y después que se abrieran las puertas de nuestras Casas a otras problemáticas, el trabajo, las actividades, los programas se adecuan a esta nueva realidad y se orientan a la reinserción social y familiar, a conseguir que estas personas ejerzan su derecho a una vida normalizada.
Todo ello sin olvidar que, a pesar de todos los avances conseguidos, aún hay personas que por otras problemáticas: demencia asociada a Sida, trastornos psiquiátricos, discapacidad física, etc., necesitan un recurso especializado de por vida y una atención interdisciplinar las 24 horas del día y, ante todo, personas que los acompañen y les cuiden desde el cariño y la atención integral y personalizada.
Para esto BASIDA cuenta con un equipo terapéutico formado por profesionales de diversas disciplinas: trabajadores sociales, psicólogos, enfermeros, educadores, etc., que de forma gratuita y voluntaria dedican las 24 horas del día a la atención de las personas que residen en estas Casas, y otros que colaboran de forma parcial, pero con un compromiso estable y continuado con las actividades y programas que desarrolla la Asociación.
BASIDA es, en definitiva, una utopía hecha realidad, un proyecto llevado a cabo por personas que siguen apostando por una humanidad y una sociedad más justa y tolerante, donde todo ser humano, independientemente de su raza, creencia o condición social, tiene derecho a participar de forma activa y plena en la construcción de un mundo mejor. Personas que creen que todo hombre, sin importar su pasado, tiene una historia que contar y algo positivo que ofrecer a los demás por lo que merece ser tratado con dignidad y con respeto; merece siempre una penúltima oportunidad.
Así es el milagro de nuestro día a día.